Recién llegada de nuestro viaje a Guinea quisiera contaros uno de los momentos más
emotivos, quisiera contaros la vida de la familia de Cambota.
Cambota vive en Gambasse, lo conozco ya desde hace 12 años. Es
un hombre muy trabajador pero el más pobre de la aldea al no tener tierras para
cultivar. Hace ya diez años que le ayudamos en la construcción de la pequeña
casa donde vive él, su mujer y sus tres
hijos pequeños. Siempre apoya todo nuestro trabajo, siendo el trabajador con mas entusiasmo.
Cambota ha sobrevivido descargando camiones, ayudando a la
gente en el campo, vendiendo gasolina al por menor, teniendo su pequeñita
tienda con un poco de dinero que le apoyamos desde Miradas. Allí vende arroz, aceite, tabaco, azúcar… ganando
un poquito para dar de comer a su familia, pero cuando se acaba el género, de nuevo se encuentra sin nada, el pequeño beneficio da para que coman unos meses.
Hace dos meses su hermano, que le ayudaba un poco
a poder mantener a su familia, falleció. Cambota se quedó sin ningún apoyo y en
una situación muy complicada, después del entierro de su hermano que son muchos gastos. Jerga me comentaba que él, de su propio salario, le ayudaba comprándole arroz porque estaba pasando mucha
hambre, no tenía nada para dar de comer a su familia.
Antes de llegar a Gambasse compramos dos sacos de arroz, uno
para que pudiera comer la familia de Cambota y otro para la tienda para
venderlo y poder ganar dinero. A mayores se compraría también azúcar y aceite para la tiendita.
Paramos directamente en la puerta de su casa. Cambota es un
hombre que con todos sus problemas nunca le falta una sonrisa y siempre está de
buen humor y bromeando. Oigo desde lo lejos ya su saludo “María, apapapapa… y
baila” es así como me saluda siempre y luego me da un gran abrazo. Pero esta
vez ha sido diferente, cuando vio los
sacos de arroz, era tan dura la situación que estaba pasando, que me cogió de
las manos, me miró, me abrazó, y se echó a llorar. No dejaba de dar gracias a
Dios por la ayuda que le estábamos dando. Éramos su única esperanza, ya no le
queda nada, ni nadie…
Abrazándonos y mirándonos a los ojos, no podía dejar de
sentir el gran agradecimiento que esa persona me quería transmitir, apenas sabe
unas palabras de criolo, pero las palabras sobraban, su rostro, sus manos, sus
abrazos y sus lágrimas lo decían todo, en África nunca se llora y esas lágrimas
de sus ojos me estaban diciendo “Solo Dios te lo puede agradecer, yo no tengo manera de devolverte todo lo que hacéis
por mí, has venido para salvarme…cuando no podía más, GRACIAS”. Yo no podía
dejar de llorar, me sentía tan dichosa de poder
ayudar a esas personas, me sentía tan amada y tan querida, que el
privilegio de poder vivir ese momento no hay dinero en la vida que lo pague.
Mucha gente de la aldea se acercó a agradecernos lo que estábamos
haciendo por la familia de Cambota, ya que ellos con una situación de falta de
arroz en sus casas por la cosecha tan mala de anacardo de este año, no podían
hacer mucho más para ayudarle.
Siempre estaremos en la vida de Cambota, pero no solo
Miradas al Mundo, no solo María y Susana, sino todos vosotros formáis parte de esa esperanza repartida.
Desde el corazón de Cambota y su familia, comparto ese
cariño que me han transmitido con todos aquellos que hacéis realidad este
maravilloso sueño.
1 comentario:
Preciosa lección de vida.Es inevitable que los ojos se nos llenen de lágrimas Gracias por compartirla.
Publicar un comentario